Pensarse en proceso siempre es un ejercicio desafiante. Una ya no es quién era cuando todo comenzó, pero tampoco sabe exactamente dónde terminará todo, o cómo; o si termina si quiera. Eso, es lo primero que hay que aceptar en la adopción. No hay camino hecho.

Toda parentalidad está construida de cada pelo de subjetividad. Cada célula de nuestro cuerpo y su historia genética se juegan a la hora de la decisión de adoptar un hijo. Y ojalá también fuese así, con aquellos que los tienen biológicamente.

Siempre supe que la adopción era el camino, si quería ser madre. Por un lado, tengo un desprecio importante por la medicina tradicional, gracias a una malformación renal y uterina que descubrieron cuando tenía 12 años. Por el otro, la mitad de mis tíos son adoptados, a la antigua, por entrega directa en esas historias de campo donde las mujeres pobres dejaban a sus hijos a una familia y se iban a trabajar a la ciudad. Algunas volvían y otras no. Por eso mi abuela paterna tuvo 5 hijos con su apellido. Tres biológicos, dos por esos dolores de la vida.

todos caminando juntos
Caminando juntos

Cuando el amor me encontró en el campo, junto a mi compañero y una casa grande para remodelar, las ganas de extenderse en otra vida se nos vinieron encima. Y ahí el dilema. Someterse a la ciencia, aceptar sus tiempos y sus designios o no. La opción quedó descartada cuando el obstetra me dijo, que pasadas las intervenciones quirúrgicas, mi embarazo sería de riesgo. Un riesgo que me iba a tener casi los nueve meses en reposo absoluto. Ahí el famoso derecho a decidir sobre mi cuerpo, se hizo presente. Nadie me podía obligar a desear eso. Nadie. No recuerdo que mi compañero me cuestionara la decisión, ni me juzgara por no querer gestar un hijo nuestro.

Sin embargo la adopción como temática siempre nos iba encontrando. Pasaron los años, empezamos a leer, a cuestionar nuestro deseo, a conocer gente que había pasado por la experiencia y mientras tanto veíamos crecer a nuestros ahijados. A la par de esos niños, nos dábamos cuenta de que criar, no nos sería imposible. Cuando finalmente decidimos anotarnos, ya sabíamos que más del 90 % de las personas que pretenden adoptar, quiere un solo bebé o niño hasta los 3 años. Nosotros no íbamos a ser parte de esa mayoría, si nuestros ahijados tenían en ese entonces, 12, 8 y 6 y eran unos soles. ¿Por qué no adoptar niños más grandes y más de uno?

Estadísticas de Adopción del DNRUA
Estadísticas de cantidad de solicitantes por Legajo y de disponibilidad adoptiva según edad
Disponibilidad Adoptiva según la edad del NNoA

Fuimos a un par de charlas antes de inscribirnos virtualmente al RUAGA, y allí sacudimos un poco los prejuicios sobre el gran mito de que “adoptar es difícil en Argentina”. La inscripción on line nos trajo sorpresas, como el ítem donde se expresaba que si querías un varón o una nena. O el tan temido ítem de la cantidad aproximada de ingresos de la familia. Teníamos el prejuicio de que el monto salarial pretendido sería una posible traba, pero no. También el privilegio de poder objetivamente decidir o no hacerse cargo de discapacidades, acaso con la culpa de saber que siendo padres biológicos no hubiésemos podido. Esos requerimientos, nos hicieron sentir varias veces que estábamos frente a una góndola.

Otros casilleros, donde se inscribía la ocupación de los pretensos padres, generó debate entre nosotros. Soy docente y vivimos en el campo, mi compañero es quien se queda en casa, atendiendo animales, motores varios, parque y otras urgencias de tan verde extensión. Pero hasta ese momento nunca había aceptado socialmente, que era AMO DE CASA. Abrimos varias veces la planilla antes de definirnos, y finalmente convenimos que en las observaciones íbamos a colocar la descripción del proyecto en el campo y que allí se entendería porque un hombre de 40 y largos era orgullosamente, el amo de su casa.

Juntamos documentación, la llevamos al juzgado de familia de turno y esperamos. Fue poco tiempo, en marzo hicimos la inscripción, en abril y mayo estábamos haciendo las entrevistas. Habría que escribir otra nota sobre las entrevistas con las psicólogas y trabajadoras sociales. Si no se hicieron los duelos necesarios por el hijo que no nació, ni nacerá nunca, no hay a qué ir. Pensemos que el rol del estado es evaluar si somos personas estables emocionalmente para criar y a la vez, restituir los derechos de un niño. Nosotros hacía rato que habíamos aceptado nuestra infertilidad, hacía rato que nos habíamos imaginado envejeciendo solos, rodeados de amigos, de todas las edades. Porque para nosotros, ADOPTAR no era una vergüenza, no era la única opción que nos quedaba. Porque también éramos felices por ese entonces. Eso, es lo que buscan en las entrevistas; asegurarse que somos adultos competentes afectivamente, sobre todo.

Infografía: Adopción en Argentina

En esos encuentros con los equipos técnicos del poder judicial, se dialogó sobre nuestro ritmo de vida, el proyecto en el campo, el vínculo con los ahijados y la familia ampliada. También sobre nuestras condiciones para ahijar, los miedos, nuestra apertura o no a aceptar a un otro con una historia difícil y un pasado ahí; inscripto en cada centímetro del cuerpo. La Justicia juzga si uno es capaz de abrigar como parte de su familia a otro que no tiene su sangre. Hubiera sido imposible sortearla, sin haber “estudiado”, literalmente, sobre el derecho a la adopción. No nuestro derecho a adoptar, que no está escrito en ningún lado, si no el único derecho válido: el del niño a ser adoptado, a tener una familia.

Todo lo que el sentido común que la sociedad heteronormativa le señala al “estéril”, se retuerce ante la nueva ley. Hay que estar preparado para que el espíritu de esa letra te cuestione. Dejar de lado el ego herido, para armarse fuerte frente a la posibilidad de ser el adulto que le restituya a un niño un derecho sesgado. Por eso es necesario estudiar casos, hablar con gente que recorre la experiencia, hacer terapia para aceptar el paso, formarse. Porque si bien se parece a cualquier crianza, no lo es. El niño o niña que llegue, llevará siempre el dolor de no haber sido cuidado por su familia de origen, esa herida cicatriza, pero no los abandona jamás. Como padres por adopción tenemos que aprender a vivir con ella también, y aceptar que traerá luces y sombras a cada día.

Adopción Igualitaria

El 10 de Junio nos llegó la notificación por cédula policial de que éramos aptos para pertenecer al Registro. Hubo festejo con los amigos albañiles que estaban haciendo las nuevas habitaciones y pernoctaban en casa. Chorizos y vino tinto para todos. Al otro día, sí al otro día, nos llamaron.

Decidimos ADOPTAR, porque queríamos compartir la alegría de habernos encontrado en esta vida, a pesar tan diferentes orígenes. Si logramos llamarnos familia, cómo no íbamos a poder seguir sumando otras vidas, a nuestros días. En esa llamada nos invitaban a conocer un primer caso. Dos varones de 7 y 9 años, esperaban una familia. Nosotros éramos los primeros en la lista de las posibilidades del Registro Nacional.

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