“¿Qué habrá soñado el Tiempo, hasta ahora, que es, como todos los ahoras, el ápice? Ha soñado la espada, cuyo mejor lugar es el verso. Ha soñado y labrado la sentencia, que puede simular la sabiduría. Ha soñado la fé, ha soñado las atroces cruzadas. Ha soñado a los griegos que descubrieron el diálogo y la duda”
Jorge Luis BORGES

Las letras de Borges; un poema, una reflexión como instancia iluminadora sobre un tiempo (de esto se trata) plagado de incertidumbre. El drama y la tragedia que nos acecha, la pandemia que corroe vidas y pueblos, llama a la reflexión. El poeta Borges (invitado desde estas líneas) sostiene una vez más, la literatura necesaria para intentar afrontar las desdichas. Los griegos, inspiradores de nuestra cultura occidental, los aludidos griegos de Borges, sostienen que en el drama y en las tragedias, se destacan las incertidumbres de la condición humana: el amor, la tristeza, la dicha, los hijos, la poesía, la valentía, la amistad, la filosofía. Incertidumbres, que se extienden en tiempos de pandemia, en donde acechan las muertes. Situación que convierte a nuestro presente (nuestro tiempo), en un escenario trágico.

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Las instituciones educativas, presentan sus propuestas curriculares, mediante las amplias vías de las redes virtuales. De esta manera, distintos maestros y profesores de escuelas primarias, como de medias, dictan sus clases a través de las vías comunicativas. Más allá de algunas diferencias puntuales entre diversas instituciones, surge una proclama particular: enseñar conocimientos a pesar de la pandemia, demandar tareas, convocar a que los chicos trabajen, no perder el tiempo.

El concepto de demanda, es central en la obra de Jacques Lacan. Precisamente, es un término que se gesta entre el pedir y el querer, aunque no se constituya sino en lo restos de ambos. De aquí que, la demanda se delimita como lo inespecífico, como la paradoja del establecimiento de un elemento a la vez enfático y misterioso. La demanda puede llegar a circunscribir algo del amor, mientras se esconde un puntual pedido de respuesta precisas. En esta perspectiva, diremos que el efecto de toda demanda radica, en todos los casos, antes que, en una virtud del contenido de la formulación, en el poder de quién la realiza. Por esta razón, en los ámbitos familiares, el peso de la demanda se sostiene en la antisimetría que existe entre los llamados adultos, y los chicos en cuestión (niños-adolescentes). Mientras que en los ámbitos escolares, el peso de la demanda, recae en quienes ocupen las funciones de subrogantes de los familiares, es decir: de maestros y directivos.

El sueño borgeano de nuestro tiempo remoto, se convierte en pesadilla. La pesadilla se convierte en pandemia. En tiempos de pandemia, el ahora convoca al ápice de una reflexión. En consecuencia, el verso prosaico se convierte en ideas sobre un acontecimiento de estas horas: la demanda de adquisición de aprendizajes, sobre alumnos de escuelas.

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El poeta, nos cuenta, ha soñado y labrado el enlace entre sentencia y sabiduría. En este punto, nos preguntamos si la demanda de aprendizajes, en estos turbulentos y enigmáticos días, reproduce el citado enlace.

La Fenomenología moderna de Husserl, afirma que el sujeto dirige su intención hacia el conocimiento del objeto. En esta dirección, la teoría del conocimiento (gnoseología) señala que todo pensamiento se dirige a algo. Lacan, por el contrario, desestima enfáticamente estas afirmaciones. Para el psicoanalista francés, es necesario reformular la noción de causa, tal como la concibe la epistemología moderna. Se trata en última instancia, de establecer que antes de sostener que el sujeto crea deseos por diversos objetos: tanto de dimensiones intelectuales, como objetos materiales, se trataría de ubicar, que ese sujeto fue causado por un deseo que lo precede y lo constituye desde un tiempo remoto y una espacialidad externa. Para Lacan, por ende, el sujeto no se causa a sí mismo, sino que es causado por un deseo operante en las personas de su entorno, quienes ocuparon el sitio de las funciones parentales. Por lo tanto, solo podrá ser deseante, quien fue gestado por un deseo.

En efecto: ¿existe un deseo por aprender, por adquirir conocimientos específicos? Podríamos decir que sí, pero solo secundariamente. Ya que, por estructura, el sujeto solo posee un único deseo: ser merecedor del deseo de sus familiares. En este punto, el deseo se liga con el amor.

Las palabras del poeta resuenan: las demandas de sabiduría pueden llegar a delimitarse como sentencias. Solo el deseo podría limitar semejante enlace.

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El tiempo y el ahora. Según el psicoanalista Pablo Peusner, las familias se encargan de transmitir la autoridad, en un ejercicio histórico a través de las generaciones. Por consiguiente, los padres pueden transmitir a los hijos, diversas cuestiones de un linaje que los precedió. El lenguaje, antes de reflejar enunciados, confirma el valor de la enunciación: un padre, ocupa un sitio, entre su padre y su hijo. La autoridad, de esta manera, encarna un principio tradicional en una familia. Tradición, que circunscribe que la autoridad se gesta bajo una matriz temporal: la autoridad se constituye a partir de la temporalidad. Las familias ejercen la autoridad mediante el lenguaje, lenguaje causante de deseo y amor, en un doble movimiento temporal: se anticipa el futuro, y se resignifica el pasado.

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Borges, nuestro poeta, sueña con los griegos, quienes descubrieron el diálogo y la duda. La duda, la misma duda del moderno Descartes, es una resultante de la condición subjetiva. El diálogo; de la existencia de inquietudes.

Las escuelas de niveles iniciales y medios, suponen que es momento de no perder el tiempo. Suponen, en algunos casos con ímpetu indisimulable, que es necesario en este tiempo de pandemia; de cuarentena, de aislamiento, exigir aprendizajes de contenidos y saberes, como si nada extraño pasara. Pero lo extraño sucede, pasa, se nomina como pandemia. Pandemia, que genera masivas muertes en el mundo entero. Muertes de habitantes de países desconocidos, muertes de argentinos, muertes en ciudades vecinas. A la vez, como efectos directos de la dramática situación, los niños y adolescentes viven encerrados, lejos de sus habituales entornos. Les falta la presencia de sus amigos y compañeros de escuelas, les faltan los lugares de esparcimientos, les faltan los edificios escolares, les faltan los maestros-profesores, los preceptores, los directivos. Todos ellos ocupan un lugar central en la constitución del escenario diario. Sin estos protagonistas, la demanda de aprendizajes, se convierte en un pedido de asimilación de conocimientos; sin la medicación de lo afectivo. Demanda, que se manifiesta con trabajos específicos, con realizaciones generales para todos, con fechas estipuladas de entregas de los mismos. Con la indisimulable (un breve saludo por vías virtuales, no alcanza, está claro) prescindencia de los docentes, el sistema escolar invita a los familiares a cumplir con la supervisión de dichas tareas. Tal como vimos, la función de los familiares de un niño o adolescentes, resulta harto compleja. Puede resultar generadora, por un lado, del deseo amoroso necesario para despertar inquietudes por el mundo. Pero, por el contrario, puede constituirse en una instancia que solo demanda exigencias y resultados puntuales. Entonces, redoblaría la propia demanda escolar: familiares convertidos en exigentes maestros. ¿Y los chicos (niños y adolescentes)? ¿En qué lugar quedan, frente a las demandas de escuelas y familiares?

Los chicos, los hijos, los alumnos, una vez más necesitan del acompañamiento adecuado del mundo adulto. Un acompañamiento, con gestos amorosos. Un acompañamiento que se geste desde el deseo. Un acompañamiento que fomente el diálogo, y la duda, tal como los concibe Borges. Un acompañamiento, que fomente el respeto por las particularidades de cada uno. Un acompañamiento que despierte inquietudes parciales, que se convertirán (también en modo parcial) en aprendizajes. Aprendizajes mediatizados y gestados a partir de la presencia de los maestros y compañeros. Presencia, que en estos días puede ser virtual, en la medida que se use esta vía para crear un clima afectivo adecuado. Ya que, sin este clima afectivo adecuado, las demandas de aprendizajes pueden demostrar sin miramientos, que detrás del pedido de sabiduría se esconde una sentencia.

La pandemia nos acecha, ergo, más que nunca, defendamos a los chicos de algunas de sus consecuencias.

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