“En la lucha de clases
todas las armas son buenas
piedras
noches
poemas”
Paulo Leminsky

El Movimiento de Literatura Marginal tiene su momento fundacional en la publicación de un manifiesto en el año 2001 en la revista de izquierda Caros Amigos:

“Hay una cosa que es cierta, quemaron nuestros documentos, mintieron sobre nuestra historia, mataron a nuestros antepasados. Otra cosa también es cierta: mentirán en el futuro, esconderán y quemarán todo lo que pruebe que un día la periferia hizo arte. Yendo contra la masificación que domina y aliena cada vez más a los por ellos llamados ‘excluidos sociales’ y para certificarnos de que el pueblo de la periferia / favela / gueto tenga su lugar en la historia y no se quede otros quinientos años arrojado al limbo cultural de un país que tiene asco de su propia cultura, el Movimiento de Literatura Marginal viene a representar la cultura auténtica de un pueblo compuesto por minorías, pero en total una mayoría”.

Quien firma este primer manifiesto es Ferréz, figura del hip hop y escritor, hoy célebre, de una favela de la zona sur de San Pablo.

Esta vinculación entre el hip hop y la literatura no es casual sino que se inscribe dentro de una misma orientación sociocultural. El movimiento de hip hop surge en la década del noventa en las favelas como respuesta al papel central que, desde los tempranos ochenta, venía jugando el narcotráfico en las barriadas marginales de Brasil.

La literatura así se viene a sumar, a su modo, a los cinco lenguajes originarios del hip hop: graffiti, rap (rythm and poetry), baile (break dance), música (DJs) y actitud. Sí, la actitud -corporal, intelectual, política- concebida como un lenguaje más, enfocado en la idea de transformación social y la resignificación de las identidades criminalizadas de los favelados. Una cultura no solo de resistencia sino también, y sobre todo, proactiva.

“Cuidado con los poetas

Desconfíe de los poetas y las poetas

Esas personas juegan con las palabras

Te envuelven, te seducen

Y atacan astutamente, sin que lo percibas.

Es casi imposible huir de sus rimas,

Y ellos son osados,

Hay algunos que escriben versos en placas y las atan a los postes

No se engañe, basta espiarlos que enseguida…

¡estará con un libro de Clarice Lispector bajo el brazo!

Cuidado con los poetas,

Esos tipos son subversivos, propagan la indignación

y el desorden,

¡Se creen en el derecho de cambiar el mundo!

Cuidado, ellos están por todas partes,

Son brujos y brujas cuyo ritual más conocido se llama sarau.

Nunca se quede tranquilo, pues

cuando esté relajado tomando una cerveza helada en el bar

llegan ellos, mansamente, y atacan en grupo,

Una sobredosis de palabras rimadas que alcanzará su espíritu

modificándolo para siempre…

Cualquier pedazo de papel es un arma en manos de un poeta,

Cuidado hasta con los pedazos de papel higiénico.

Y cuando uno de ellos escriba algo en una servilleta de bar,

si él insiste en declamar, tápese los oídos,

Las consecuencias pueden ser crueles,

Ya vi desde pasiones repentinas

hasta una extraña voluntad de hacer la revolución.”

Rodrigo Moreira Campos

Al año siguiente de la publicación del manifiesto de Ferrez empezó a conformarse un nuevo espacio poético llamado “sarau”, espacio clave de conformación y consolidación del Movimiento de Literatura marginal / periférica que funciona hasta hoy en día como cocina de la literatura marginal. Se trata de reuniones en bares de diferentes barrios del Gran San Pablo donde los vecinos declaman o leen textos propios o ajenos frente a un micrófono, durante aproximadamente dos horas. Muchos bares –espacios donde suelen ocurrir los actos que luego se vuelven estadísticas (los asesinatos y el alcoholismo)- funcionan desde entonces como centros culturales. Los saraus de la periferia se están multiplicando anualmente y conforman un circuito recorrido por una red de frecuentadores que se mueven de barrio en barrio, sin considerar las grandes distancias geográficas dentro del Gran San Pablo, ni las distancias que imponen la realidad del tráfico y la pobreza. Estos espacios se volvieron importantes centros de difusión y formación de lectores y de escritores.

En estos poco más de diez años de actuación, el Movimiento fue ampliando sus prácticas de acción a partir de la creación de sellos editoriales en las favelas, producciones audiovisuales, registros fotográficos, encuentros literarios, mesas debate, organización de seminarios y cursos, producción de merchandising de cultura periférica, administración de blogs y de páginas de internet, y participación en espacios propios del campo literario brasileño canonizado.

Los miembros del Movimiento de Literatura Marginal predican la escritura como un arma, la acción en pro de sus comunidades, la guerrilla de la información con la cual desafían la invisibilidad que les fue impuesta y, sobre todo, predican por el compromiso con la educación y la dominación de la palabra como instrumentos de poder. La cultura como herramienta práctica y moneda para la inclusión social y la transformación de sus barrios.

“A favor de un suburbio que clama por arte y cultura, y una universidad para la diversidad (…) Contra el arte fabricado para destruir el sentido crítico, la emoción y la sensibilidad que nace de la múltiple elección. (…) Es necesario sacar del arte un nuevo tipo de artista: el artista-ciudadano. Aquel que con su arte no revoluciona el mundo, pero que tampoco contemporiza con la mediocridad que imbeciliza a un pueblo desprovisto de oportunidades. (…) Contra el arte dominguero que defeca en nuestro living y nos hipnotiza en el regazo del sillón. Contra la barbarie que es la falta de bibliotecas, cines, museos, teatros y espacios para el acceso a la producción cultural. Contra el capital que ignora el interior a favor del exterior. ¿Miami para ellos? Mi amor para nosotros.”

Sergio Vaz (Fragmentos del Manifiesto de Antropofagia Periférica)

La literatura marginal periférica se crea a partir de una escritura que establece sus propias reglas, ligadas más al habla cotidiana que al uso correcto de la gramática del portugués, teniendo como eco la voz ritmada de las letras de rap o de la literatura de cordel, donde resuena la gran presencia nordestina en la periferia de San Pablo. Palabras del gueto que piden ser leídas con la velocidad del desahogo, con la voz entrecortada por el lagrimeo, con el ritmo lento del habla de un nordestino, con la impostación de un grito de esperanza, con el vaivén de la rima de un canto negro, con la media sonrisa de reconocer placer en los instantes y detalles, con el apuro de un peligro inminente, con la firmeza de una decisión, con el llanto atragantado que invoca un pasado perdido. Se trata de una escritura que muestra una dimensión corporal, propia del universo de la voz.

“¡Alabado verso del reverso!
(…) el poeta siembra polen,
pone dulce en la saliva,
aguijón en el menosprecio
Se desparrama en nuestro mundo
y besa la boca de la vida”.
Michel Yakini, Plegaria.

 

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