“Si queremos echar nuevas bases para la vida humana debemos comprender la
naturaleza histórica de la ciudad y distinguir entre sus funciones originales las que han
surgido de ella y las que aún pueden manifestarse. Sin un prolongado envión en la historia
no llegaremos a tener el ímpetu necesario, en nuestra conciencia, para dar un salto
suficientemente atrevido hacia el futuro; pues gran parte de nuestros actuales planes, sin
excluir muchos que se vanaglorian de ser “avanzados” o “progresistas”, son monótonas
caricaturas mecánicas de las formas urbanas y regionales que se hallan hoy
potencialmente a nuestro alcance.”
“La ciudad en la historia”, Lewis Munford
CIUDAD
En lo profundo de la mañana suena el despertador. La oscuridad, oculta la espacialidad que nos rodea. Por un instante compartimos las mismas sensaciones todos los habitantes del mundo. Las diferencias pueden ser acaso, solo térmicas. Pero al encenderse la luz, se abre un mundo de circunstancias propias de cada lugar, de cada vivienda. Los primeros pasos diarios de un ciudadano, están dados dentro del ámbito privado. La visibilidad de nuestros actos es interior. Cada uno de nosotros tiene una experiencia particular e individual, que se amplía por momentos a un acto de convivencia familiar. Una vez arropados y equipados para enfrentar la “realidad” de cada día, comienza el camino de salida de ese mundo interior; privado. Ese transitar de la salida, puede tener diversos momentos, los que dependerán de la configuración de nuestra vivienda. Así podrá ser que desde el momento que abandonamos ese espacio interior, atravesaremos numerosas puertas, las que al cruzarse capturarán parte de esa privacidad, que solo nos acompañará como un recuerdo. Quizás el cambio sea más abrupto entre lo propio y lo público, y sea quebrado por un único portal.
Estas sutiles experiencias no suelen formar parte de nuestro conocimiento racional y se nos encarnan de forma distraída. Pero si prestamos atención notaremos las grandes diferencias que nos ofrecen las ciudades y las viviendas en este sentido. Y esas diferencias son los elementos distintivos de cada una.
Y qué pasa al abandonar la casa. ¿Dónde entramos? ¿Por qué decimos “salir de casa” en lugar de “entrar a la ciudad”? O, al alejarnos de lo urbano, ¿Estamos “saliendo” de la ciudad? ¿Acaso no estamos “entrando al campo”? Estas preguntas que aparentan ser sólo una cuestión para abordar con la semántica, son preguntas que requieren una mirada nueva (no por lo novedoso sino por lo reiterada) sobre lo que vemos todos los días. Podemos decir que el hábitat humano está formado por una infinidad de espacios y escalas, cada uno con sus membranas más o menos definidas. Estas membranas son los límites que atravesamos permanentemente, saliendo y entrando, de un espacio-mundo a otro. Por esta simple razón es que no existe una única definición de “ciudad”, como tampoco existe una sola forma de vivir en ella. Pero se puede comprender, alguno de los procesos que dan origen a cada una de ellas. Y eso intentaremos.
GILES
Formalmente de llama, San Andrés de Giles, combinación de nombre, “San Andrés” y apellido o referencia de lugar, “De la cañada de Giles”, o simplemente “de Giles”, o sea, una combinación de Santo, paisaje y propietario. Cuando leemos su historia escrita, encontramos descripciones acerca de hechos puntuales. Por ejemplo, se habla de cierta cantidad de población dispersa; del terreno donado por tal persona para la construcción de una capilla y un pueblo; de sus dimensiones; del trazado en cuadrícula de las manzanas alrededor de la capilla. Así, podríamos seguir enumerando todos hechos históricos que, con una mirada siempre subjetiva, recortamos de la realidad.
Pero este es el cuento objetivo realizado por los relatores de la Gran Historia, como la llama Kusch. Es el cuento, o la anécdota de San Andrés de Giles. Hoy intento comprender este particular lugar pampeano a partir de un relato propio, que no busca mejorar lo ya dicho. Surge de la necesaria interpretación de la realidad que permitirá pensar hoy, un posible camino, tanto para recorrer como constructor de lugares, como para encontrar coincidencias en comunidad y construir ciudad.
PRE
La tierra que hoy habitamos era dominio de hombres caminantes. Estos, surcaban el amplio horizonte ondulante en busca del alimento. Fueron diferentes culturas las que transitaron este suelo, culturas primarias y por lo tanto con una profunda unión con el suelo (Kusck). Todos ellos, cazadores y recolectores, lo que nos habla de lo sutil de sus querencias y lo etéreo de sus pertenencias. Aquellos hombres nos dejaron enormes vientos de ausencias, sin legados de templos, objetos o lenguas. Fue así que ese viento montó el potro abandonado por los conquistadores y transfiguró en hombres de distancias a esos pobladores. Hombres temibles, por pretender resistir y subsistir. El legado de aquellos pioneros indios, fue fagocitado por el gaucho, hermano de tierra, y funcional punta de lanza de conquistadores y de sus herederos, los propietarios terratenientes.
Fue ese gaucho (criollo o inmigrante) el primer estaqueado de la Pampa, la primera cruza genética de esta geografía, la adaptación evolutiva del ser Europeo en América. Fue ese gaucho el que domó el viento. Fue ese gaucho el que tomó el agua, la juntó con la tierra y con su costilla moldeó el rancho.Y fue el rancho el primer hijo constructivo de esa cruza.
Su construcción era única; su material, uno solo: la pampa. Una mezcla de sombra, viento y barro, una mezcla de elementos propios del lugar y una pisca de elementos extraños. Ese Hombre, no construía un objeto: construía un lugar….su lugar en la pampa.
Las principales referencias eran: el agua, la huella, y el ombú, como hitos simbólicos, todos juntos conformaban el pago, la querencia. Luego el hábil rastreador podía seguir tan solo el simple rastro del color de la superficie ondulante.
Su forma de comunicación: el viento, que traía desde lejos; polvo, sonidos, aromas y noticias de su destino.
En muchos casos, esas referencias se transformaron en cicatrices hechas a la tierra. Marcas en el paisaje que sobreviven a más de 200 años de “progreso” o supuesta curación de un paisaje hediento.
Aquel ombú, totalmente improductivo, totalmente inútil, es la estaca que lo recuerda en el presente. Es el símbolo que nos recuerda que no todo aquello que nace en esta tierra es productor de “renta”. Que su madera nació para refugio y para guía diurna del viajante, no para transformarse en materia prima de una cadena de hambre. Su fuego no produce calor, ya que es….solo un pasto deforme.
Para poder imaginar hoy ese paisaje, debemos hacer un gran esfuerzo de limpieza, y reconstruir el despojado horizonte pampeano. A lo cual le podremos superponer la lectura de los ingleses, escoceses y franceses que viajaron por estas geografías. Observadores apasionados por los fenómenos científicos tanto del mundo animal, vegetal como también el social. Relatos que formaron parte de un género de la literatura de la época, que hoy nos aporta (siempre a través de una mirada interpretativa) aspectos de nuestra tierra. Como por el ejemplo este sencillo párrafo de Mac Cann:
“Continuamos la jornada hasta vernos detenidos por un arroyo angosto y profundo: para encontrar el vado buscamos las huellas de otros jinetes y, habiendo encontrado rastros recientes, pasamos sin ninguna dificultad. Hasta aquí conocíamos el camino, pero, más adelante, nos fue necesario tomar informes en un rancho. Con toda deferencia nos señalaron una plantación que se vela sobre una eminencia del terreno, distante cosa de media legua. Desde allí debíamos hacer rumbo hacia la izquierda. En el lugar indicado, y como empezara a invadirme la fatiga, desmonté para tomar un descanso y hacer una pequeña refacción. Los hongos cubrían el suelo a mi alrededor. Hice fuego y asé algunos en la ceniza. Con esto y un bizcocho me procuré una deliciosa merienda. Veíanse gran cantidad de pájaros silvestres; algunos eran rapaces de la especie de los halcones. Una laguna, a cuyas márgenes nos habíamos sentado, se hallaba literalmente cubierta de patos salvajes y los teru-terus, atraídos por el humo, revoloteaban sobre nuestras cabezas como escrutando nuestros movimientos. Este pájaro, en la manera de caminar y en el vuelo se parece mucho al avefría verde de Inglaterra. La belleza de la escena hubiera sido completa de haberse acompañado con el rumor de las hojas en un bosque, pero aquí no hay árboles que presten a las aves el abrigo de sus frondas.”
“Dos mil millas a caballo, a través de las Provincias Argentinas”, 1953, William Mac Cann
El gaucho, al igual que el ombú, fue desterrado por la “civilización”, de la peor forma,llamándolo vago por Decreto del día 30 de agosto de 1815. Así fue que se determina que “…1- Todo individuo de la campaña que no tenga propiedad legítima de que subsistir, y que haga constar ante el juez territorial de su partido, será reputado de la clase de sirviente, y el que quedase quejoso de la resolución del Alcalde en este punto, nombrará por su parte un vecino honrado, y el Alcalde por la suya otro, y de la resolución de los tres juntos, no habrá apelación. 2- Todo sirviente de la clase que fuere, deberá tener una papeleta de su patrón, visada por el Juez del partido sin cuya precisa calidad será inválida…4- Todo individuo de la clase de peón que no conserve este documento, será reputado por Vago”
Pero gracias a Fierro y a Vega, gracias al trabajo con la hacienda vacuna, su voz volvió a hacerse presente y a permanecer en la historia.
Alguna vez, de joven, me encontré pialando, luchando cuerpo a cuerpo con un novillo, y se hacía presente por un instante, Fierro y su sufrir. Pero aunque solamente esto haya ocurrido unas pocas veces, las marcas son profundas. Claro que él luchaba para conseguir alimento y yo, solo un novillo de más kilos. En eso nos hemos distanciado mucho.
Pero la estirpe de Fierro no fue la única pobladora de Giles y no fue la única en dejar marcas.
NUEVO MESTIZAJE
o infancia urbana
Una vez que la “milicada” se ubicó en los fuertes de la Guardia de Luján y de Areco, los fusiles y cañones hicieron posible que más pobladores urbanos se animaran a poseer sus mercedes en la campaña, a denunciar tierras o, finalmente, a ir arrendando o comprando campos.
Los arroyos fueron abriendo camino a loteos cada vez más próximos. La población, dispersa en 1780, llegaba ahora a ser importante. Los pastos productivos traían cada vez más gente. Pero la necesidad de control se hizo presente. Para esa época llegaron órdenes de España, con el fin que los habitantes de América contrajesen matrimonio y se los congregue en ciudades.
Para esa época, Luján tenía importantes dimensiones, al igual que Mercedes. San Antonio de Areco tenía su capilla y su orden instaurado, como también el Fortín de Areco: su piedra fundamental ya estaba emplazada.
Y el vacío fue la llama que iluminó al Curita Piñero que velaba por su rebaño. Repitiendo fórmulas conocidas, leyó las marcas del paisaje. Puso la mirada en la encrucijada del camino a Mendoza con la Cañada de Giles y, entonces, fue en busca de la donación del piadoso heredero de Ruiz de Arellano, Don Juan Francisco Suero.
El fragmento de pampa destinado a ciudad, llegó después de varios años de lucha. Hoy equivalen a casi dos gestiones de intendente: lo que nos muestra cómo se comprimió el tiempo, además del espacio.
Todavía las decisiones se tomaban en otro lugar. Algunas, en el Cabildo de Luján, otras, en San Antonio, Buenos Aires, Sevilla o Madrid. Suelos reales eran estos pagos, suelos del Virreinato del Río de la Plata. El orden se impartía desde la distancia. La Ley era entendida por pocos, impartida por pocos y obedecidas por los que se beneficiaban. La legalidad y la ilegalidad eran los dos componentes sustanciales del mestizaje. Ocupaciones territoriales con promesas y sueños de futuro incierto.
Las demarcaciones urbanas se hicieron cada vez más presentes a medida que crecía el pueblo y se ordenaba la legalidad. Aparecían los cercos de tunas como barrera áspera frente al otro, y frente al animal, que brutalmente comía el producto de algún agricultor visionario. La calle es vacío, es “no campo”: obra por negación. Como poéticamente lo comprende Martínez Estrada. Solo es por lo que intenta negar. No hay adoquín, no hay vereda, no hay acera, no hay zaguán…. todo es campaña.
Giles luchaba por permanecer. La capilla se desvanecía, y se reconstruía. El rancho se volvió urbanidad y la estancia, ciudad. Por momentos, da la impresión de que se introducen formalmente conceptos urbanos primero en la campaña y luego en la ciudad.
¿Dónde aparece primero la fachada urbana? Esas fachadas de Estancias, aunque están en medio de la pampa, hablan de ciudad.
Es habitual encontrar, en las mensuras de la época, descripciones de un mojón haciendo referencias visuales de la cruz de la capilla o la azotea de tal familia. Pero no desde dos cuadras, sino desde 7.000 varas. Lo que nos susurra la densidad edilicia y forestal del pueblo y su ejido. (Es interesante ver el origen del término ejido o exido, el cual nombra el suelo de salida de la ciudad y que a la vez es suelo del común, suelo de pan llevar. En nuestros orígenes encontramos ideas revolucionarias).
Como intuimos en un momento, Giles no tenía sentido propio, pues su sentido era dado por la necesidad de afianzar un territorio y acrecentar recursos propios de la Nación creciente. Por momentos, se siente en lo profundo de la comunidad este mandato del sin sentido.
Cuando se observan las primeras normas de la Nación, o la Provincia-Nación (según el momento histórico) lo primero que surge es la precariedad y la simpleza. Pero lo que en realidad se observa es la indeterminación del proceso constructivo. Se evidencia una construcción a ciegas. Y en ella, se intuyen las tensiones a las cuales estaban expuestos los gestores: llamados los pioneros, los patriotas… ¿Patriotas?
El mundo daba una lucha en nuestras tierras y esa lucha era por nuestros productos.
Nuestra niñez urbana se desarrolla en el marco de una familia que busca ORDEN, y esta búsqueda le lleva prácticamente sus primeros 60 a 70 años. En términos humanos, una vida. En ese período, el sueño perseguido es reconocerse a sí mismos. La arquitectura, la urbanidad deseada, pasa confusamente y paradójicamente por afirmar nuestros orígenes españoles. Las cubiertas de tejas coloniales, mudéjares y las paredes de las cuales asoman pequeñas molduras, sobre las perforaciones murarias. Todavía el material preponderante es la “tierra”. El patio andaluz junto con el pozo surtidor de agua, son el centro espacial de las casas más desarrolladas. Y el rancho invadiendo desde la campaña, al igual que la maleza por las calles.
Al final de esta niñez, la calle comienza a recibir destellos de luz, provenientes de la grasa animal producida por las salvajes matanzas del bárbaro gaucho. Todavía sobrevive la vitalidad del suelo pampeano en la totalidad del territorio. Buenos Aires es la ciudad, el resto es campaña. Hasta las palabras nombran la lucha que se daba en estas tierras, todavía no es campo, en el sentido productivo, económico y social de la actualidad. Sigue siendo la campaña de conquista del suelo, contra el indio y contra la naturaleza. Y Giles es por estas épocas, profundamente pampa y campaña.
IN VITRO
o adolescencia
Miguel llegó a esta ciudad, en el momento que comenzaba a visualizarse un futuro trascendente. Venía de una casa en guerra donde no tenía lugar en las herencias familiares.
Una casa de subsistencia, sin futuro. A los 14 años. La familia ya tenía sus adelantados en estos pagos, situación que facilitó la llegada y orientó las primeras ocupaciones. Desde sus orígenes Giles tuvo una pronta comercial minorista. Las postas y pulperías ocupaban el territorio, esto lo observamos en el volumen que dicha actividades abarcan en las estadísticas de la época, desarrollándose ampliamente durante el proceso de urbanización.
Para interpretar profundamente el momento referido, hay que comprender que la campaña bonaerense se encontraba en plena reconversión. Mientras el mundo occidental se debatía en como urbanizar e industrializar, nosotros descubríamos nuestras canteras de materia prima interminable. El paradigma de país proveedor se consolida. Para hacer posible este modelo, se hizo necesario expandir fronteras y expandir el paradigma de progreso dentro del modelo. Es el inmigrante el que pone el sueño de poder reconstruir su tierra destruida, en este suelo fértil y sin límites.
Una vez más Giles funciona al ritmo del modelo de país.
Y es Miguel uno de los encargos de terminar de matar cualquier posible sueño propio del criollo. Inocentemente y con la mayor de las buenas intenciones, es el que hace posible que las materias primas necesarias lleguen a buen puerto.
Miguel inicia su camino, como la gran mayoría, desde abajo. Su primer trabajo es de empleado de una “casa de negocios” o almacén de ramos generales, del cual era dueño un pariente. Con mucho sacrificio y trabajo, va obteniendo logros y recolectando frutos. Paso a paso va construyendo su sueño, hasta lograr tener su propio comercio.
Cuando vemos la historia personal, de cada uno de los inmigrantes, lo podemos interpretar como un gran aporte a la construcción del país y localmente a la conformación del municipio. Este fue el mensaje permanente del contenido fundamental de la educación inicial durante el siglo XX. Pero al contemplar la totalidad del proceso histórico entendemos este aporte como el instrumento de colonización más potente utilizado en estas tierras.
Así es que tenemos por un lado el sacrificio personal, el rédito familiar, el fruto económico del país y por el otro una derrota a la posible cultura popular y americana. ¿Cómo hubiera sido nuestro presente, si durante estos procesos iniciales de la estructura institucional, no hubiésemos abandonado nuestra experiencia oscura y difícil, a través de los descubrimientos propios? Si las crisis nos hubieran marcado más profundamente sin utilizar soluciones externas, que siempre llevaron consigo intereses muy costosos y siempre encubiertos para la mayoría.
CONSOLIDACIÓN DEL MODELO (1912)
o fértil gestación
Pero en cambio Miguel y sus contemporáneos lograron su momento de mayor éxito. Al importar el monumento representativo de un pueblo con formas, alegorías y técnicas absolutamente desconocidas por el rústico habitante de esta pampa. O también en el momento de construir el hito máximo de la organización local, como el edificio municipal o mejor dicho “palacio municipal”. ¿Por qué debe representarnos el lenguaje afrancesado? Por qué después de 100 años, su arquitectura sigue esperando compañía, en la construcción de una ciudad. Sus medianeras continúan como brazos abiertos, deseosos de herederos.
Miguel durante toda su vida, apostó a la construcción de una gran ciudad. Buenos Aires y sus vidrieras son la referencia. Así fue que ocupó lugares en el ámbito municipal como concejal y como intendente interino, cargos que siempre fueron ocupados por terratenientes, comerciantes y médicos.
Los primeros 20 años del siglo XX fueron de gran impacto en la construcción de la ciudad. Las obras y proyectos confirmaron la vocación de grandeza que perseguían en ese entonces, los hombres con poder. Urbanamente los proyectos de espacio público eran la vanguardia y toda gran ciudad debía tenerlos. Así surgen el parque del tiro Federal, con su fuente y paseo, con el exótico agregado del zoológico; y los paseos en bote por la cañada. Una clara réplica de los paseos construidos en los lagos de Palermo. A esta época le debemos también, la incorporación al patrimonio público, del Parque Municipal. Y fue Miguel el encargado de realizar tal incorporación, con un hecho más que singular.
Miguel se hizo presente en el remate público realizado para la venta del campito de 25 has de José Piquetto, en el momento de la compulsa de oferta y disputándoselas por un lado Miguel como comisionado por la Intendencia, ya que era concejal; y por el otro, un tal Calderallo, verdulero propietario de un puesto dentro del Mercado Municipal, este comerciante pensando que Miguel le estaba haciendo subir el precio del campo a su amigo José, lo apuntó con su revólver y le disparó dos tiros que por suerte para Miguel, no salieron de la recámara. Este hecho hizo que se lo llevaran detenido al confundido productor y Miguel pudiera comprar finalmente el actual parque Municipal que hoy todos disfrutamos con el aporte de las gestiones Municipales posteriores y fundamentalmente con la reforma propulsada por el Plan Estratégico territorial aprobado en el 2001.
Sin duda que las visiones de futuro de estos hombres fueron de un progreso sin límites. Sin embargo las limitaciones aparecieron. Giles no tuvo nunca ninguna de las características que hacían la diferencia, ni grandes potentados con acceso al verdadero Poder, ni instituciones públicas de jerarquía nacional. Por lo que nuestros espacios públicos de gran futuro, se quedaron sin el proyecto de Thays y así perdió el glamour y el esplendor soñado seguramente por aquellos hombres. Solo les alcanzó para construir una plaza con su majestuoso monumento del centenario. -No encontramos en las ciudades de la región un monumento de las dimensiones como el nuestro, en cuanto a la carga de significantes que se le incorporaron al objeto, remarcando simbólicamente el tamaño de los deseos de los gestores institucionales del momento histórico-.
Sin duda el sueño argentino y gilense del progreso “cultural” y económico ilimitado se ve interrumpido por el hedor peronista. Sin embargo intuyo que esta afirmación no es del todo certera aquí. Más bien parecería que en Giles el despertar fue a medias. O el hedor no fue tan intenso o el higienísimo supo mitigar su impacto, permitiendo prolongar su sueño al día de hoy.
PROPIEDAD
La conformación de las propiedades privadas de nuestras áreas rurales, es colonial. Esto quiere decir que las estructuras parcelarias fueron creadas en la época del Virreinato del Alto Perú y son muy anteriores a la fundación del pueblo de la cañada de Giles. Su razón de ser no tiene como fin el desarrollo de una comunidad propia del lugar, sino el desarrollo poblacional de la pampa, de la “campaña”, y por lo tanto con una lógica extensiva con una única centralidad que era la ciudad de Buenos Aires y su cabeza de Goliat.
Esa necesaria expansión para los planes de la “futura Nación” en la lucha con el indio, tuvo su contrapartida en la también necesaria aglomeración en pueblos que concentraran la población dispersa. Expansión territorial y concentración urbana fue el modelo de ocupación. El primero contra el indio, el segundo contra el criollo. Como se puede ver en el seguimiento histórico de los loteos rurales, estas decisiones extrañas al acontecer particular de los habitantes, tanto de las que provenían de España, como las que posteriormente tomaron los gestores de la Patria, dejaron marcas permanentes en el paisaje.
El suelo de la campaña fue repartido en un principio, con un criterio de compensación a los inversores de la conquista y a los constructores del poder del Rey Español acá en el Virreinato. Las tierras de América pasaron de una propiedad común, a ser una propiedad Real, monárquicas y fue esa persona, ese elegido por “Dios” el que tuvo el poder de otorgar por su voluntad, el derecho a ocupar y usufructuar estos suelos..
Así fue que en nuestra América del Sur se produjo el encuentro de dos culturas, que a pesar de tener cosmovisiones muy diversas, coincidieron en un período donde ambas tenían como líderes a semidioses. El Rey Fernando y el Inca eran en cierta forma los privilegiados que disponían de los destinos de sus pueblos. Este choque produjo la interrupción del ciclo virtuoso de américa, donde el NOS y el YO se intercalan en forma periódica. Sin embargo del encuentro se produjo una herencia.
Sobre el exceso de división parcelaria del territorio Gilense
Haciendo referencia al alambrado y el correspondiente nivel de subdivisión de nuestro territorio, escuchemos atentamente la mirada del historiador oficial, reflejo de la falta de comprensión de la realidad profunda:
“¿Es este un privilegio?. Los expertos en economía dirán que no, porque el minifundio atenta, según ellos, contra la productividad agropecuaria. Los sociólogos dirán también que no, porque al tornarse deficitario el agro, la población es expulsada hacia los aglomerados urbanos, donde la vida de relación de problematiza y pierde calidad. Pero hay otra negativa más grave. Es aquella que expresan los poetas, para quienes el alambrado es una jaula en la que nuestros campos languidecen prisioneros. Los hombres , los animales, ya no pueden vivir y moverse según su libre albedrio; ya el viajero no busca orientación en los astros del cielo sino en indicaciones con signos y flechas; ya no se calculan las distancias según el tranco de un caballo, los arroyos, lagunas y montes…No parece atinado propiciar un movimiento tendiente a extirpar de los campos gilenses los alambrados, a fin de satisfacer a los poetas. Tal vez sea mejor que tratemos de poetizar las imágenes campesinas habituales, viéndolas así:
La vaca que pace no está alimentándose, sino hablando en secreto con la madre tierra.
…
Y por fin, los alambrados son pentagramas donde los pájaros leen las notas de sus dulces melodías.
Faltaría contentar a economistas y sociólogos, pero esto es más fácil porque ellos son generalmente profetas del pasado, que se limitan a explicar lo que ya sucedió y al hacerlo, quedan satisfechos porque es sabido que “todo tiempo pasado fue mejor”. Como aquí de lo que se trata es del porvenir, podemos olvidar a estos especialistas.
Entendemos que nuestra receta es razonable y eficaz. Si alguien dijo que aspas de molinos eran brazos de gigantes, ¿Por qué nosotros hemos de privarnos de las poetizaciones caseras y gilenses que quedan expresadas? Pongámoslas en práctica y quedaremos en paz con los poetas y con nuestros alambrados. Será un gran cambio en nuestras mentes para que todo siga igual en nuestros campos”
“La otra Historia” Secundino García, pag 97
Es interesante reflexionar sobre el pensamiento expuesto por Secundino García en el texto antes transcripto. Para esto primero haría falta entender que no es un simple escrito, sino que forma parte fundamental del pensamiento de este particular habitante de nuestra ciudad. Y que según mi interpretación, devela la esencia de la mirada del devenido historiador. Transformándose en expresión del pensar “gilense” y a la vez formador del conservador ideario local.
El hecho concreto es el elevado número de parcelas que tiene San Andrés de Giles, de esto nos ocuparemos más adelante con estudios propios. El número de parcelas le parece elevado en relación a otros partidos vecinos, ya que si lo comparamos con otras zonas similares de otros países, no sería llamativo.
Racionalmente realiza el análisis apelando a dos ciencias, la económica y la sociológica. Económicamente toma una visión, que entiende como único esquema productivo al modelo extensivo, acorde con un país dependiente del esquema agroexportador. Es llamativo cómo nunca supimos ver la posibilidad de reconvertir productivamente los establecimientos de pequeña escala. Claro que esto implica bajarse del pensamiento rentista y montarse a uno cuya seminalidad nazca en la “necesidad” y la subsistencia. Y en el fondo nunca queremos dejar de aspirar al juego del estanciero. A pesar que nuestros abuelos inmigrantes, no conocieron nunca en sus tierras natales semejantes extensiones. Pero ese no era el modelo que se le pedía instalar en estas tierras, sino todo lo contrario.
Cabe aclarar que además la afirmación sobre que el minifundio atenta contra la productividad agropecuaria no es correcta, ya que se puede producir la misma cantidad de cereal o de kilos de carne por hectárea, en 5 has o en 500 has, lo que sí varía es la “rentabilidad”, ya que los costos son muy diferentes, y en el fondo esto es lo que hoy importa. Esto sucede porque no pensamos en producir para alimentar a nuestra familia o comunidad, sino en producir “dinero” para consumo en la “sociedad de mercado”.
Así es que entonces tenemos su primer análisis científico, que concluye con un resultado negativo de nuestra realidad actual y en consecuencia pareciera que también para nuestro futuro.
Como segundo abordaje, encontramos otra conclusión negativa por parte de una supuesta sociología. Acá podemos observar primariamente que la población no tuvo, supuestamente, ninguna posibilidad de decidir sobre su vida. Esto que se muestra como una simple consecuencia de la realidad económica antes analizada, tiene orígenes de todo tipo de complejidad. Para empezar está hablando de población empleada, proletaria, dependiente, que además no resiste a la decisión tomada por cuenta de ellos, ya que por el lado de la educación formal se los instruye a “progresar” dentro del “sistema”.
La sociedad aparentemente tiene deseos de ser “industrial”. Para eso necesita mano de obra. Pero Giles ¿también lo quiere?
Además esta población, (según este pensamiento) en la ciudad no “sabe” vivir, en consecuencia “se problematiza y pierde calidad”. O lo que es igual, no se “amolda” a la vida urbana. Con lo que tenemos, por un lado, un campo sin población auténticamente arraigada culturalmente al suelo, y por el otro como consecuencia de la primera, familias con una historia rural, adaptándose “forzosamente” a una ciudad que no le interesa su origen, ya que su conocimiento es antiguo y no “sirve” para su progreso o el de sus hijos.
Para finalizar su reflexión sobre el tema, García, enfrenta la crítica realizada al “alambrado” por un pensamiento poético. Sin embargo en su análisis, busca una “solución” al problema estético planteado por los poetas, que es en realidad profundamente cultural, sociológico y finalmente también económico.
Como respuesta ensaya cuatro versos, que adornan el paisaje rural, calmando la conciencia de la clase media urbana. Pero nada dice del hombre que queda excluido de su “lugar”.
De esta clásica forma, nuevamente el pensamiento gilense, evita mirar al pasado, críticamente, para dar sentido a su futuro. Y lo que es más grave, denosta el pensamiento económico o sociológico por ser “profetas del pasado”, que siempre por supuesto fue mejor.
Rematando su contundente conclusión con una idea, fundamental para toda clase media Argentina y especialmente para Giles.
Poner en “práctica” la poética planteada para quedar en paz con los poetas y con los alambrados, de esta forma “será un gran cambio en nuestras mentes para que todo siga igual en nuestros campos”.
Perdón, pero estas palabras no dejan de dolerme en lo más profundo de mis tripas. Estoy convencido que contra estos pensamientos, es que debemos luchar. No para ocultarlos y olvidarlos sino para que busquemos fervientemente un pensamiento que incluya toda nuestra realidad, desde la diversidad. No solo de “clases”, o sectores de poder, sino también desde la diversidad de aspectos negativos o positivos.
Abandonemos todo análisis superficial sobre lo que nos pasó o nos pasa como comunidad que intentamos construir. Si algo aprendí de la arquitectura es que para elevarse hay que primero cavar profundamente hasta encontrar la firmeza que nos permita ascender ordenadamente con sentido.
Volviendo al texto, duele que nada se diga de los cientos o miles de hombres que a la fuerza abandonaron sus verdaderos lugares en el mundo, allí donde todo su pasado adquiría profundidad y sentido. Allí donde formaban parte de la historia. Allí donde sabían con certeza, cada una de las cosas que enseñaban a sus hijos. Donde eran patrones de su saber. Donde la única ira que verdaderamente presenciaban era la de Dios, más allá de la violencia que sufrían por mano de sus patrones.
Duele que se vean estos acontecimientos como consecuencia irreparable de la cual nadie formó parte. Como si no se hubiera podido generar otra realidad. Como si estuviéramos condenados a simplemente aceptar obedientemente las decisiones que otros toman por nosotros. Y como si finalmente, el futuro ya estuviera definido.
Frente a esto quiero decir algo.
Yo no creo en este futuro.
Yo creo profundamente en los desperdicios que permanecen en nuestro campo. Creo en el mestizaje que produjo el gaucho urbano. Creo en la fertilidad de las deformaciones culturales. Creo en la sabiduría de los ignorados incultos. Creo en la incubación “in vitro” que está produciendo la educación formal, una vez que se ensucie en la tierra. Creo en el temor terrible que tenemos a todo aquello que desconocemos. Creo en el enorme poder de las clases cultas… creo simplemente en que solo creyendo, podremos crecer a partir de lo fasto y de lo nefasto, como comunidad enraizada en este suelo pampeano que Dios nos creó.