“A pesar de que el desempleo es un problema que, en mayor o menor grado,
siempre ha existido en el mundo industrial, todo parece indicar que nos
estamos enfrentando a un nuevo tipo de desempleo, que tiende a permanecer y
que, por lo tanto se está transformando en un componente estructural del
sistema económico mundial”
Manfred A. Max-Neef

 

Luego de una década de aparente crecimiento y estabilidad, desembocamos en una etapa de incertidumbre en relación al empleo y a las ocupaciones informales de baja productividad.  El presidente Macri no deja de insistir en todos sus discursos sobre la necesidad de un “empleo de calidad” o un “trabajo genuino”, pero más allá del intento de generar confianza en la opinión pública, es imprescindible hacer un abordaje desde la lógica de la complejidad para resolver esta cuestión.

La “flexibilización laboral” se había transformado en la década de los 90´en una medida de ajuste laboral que había golpeado fuerte en la sociedad argentina, generando un mercado de trabajo fracturado y haciendo que la reducción de los salarios nominales se convierta en un instrumento de la política económica.

A nivel regional, la brecha salarial en la periferia latinoamericana es mayor que en cualquier otra región del mundo, y conviven dentro del mismo sistema ocupaciones con alto uso de tecnologías junto al aumento de un sector informal de la economía con muy bajos niveles de ingresos que generan una situación de pobreza endémica (1).

En el orden global la situación no es muy diferente ya que el aumento de la producción no ha impedido la persistencia de una alta tasa de desempleo. Como bien aclara Jeremy Rifkin en su influyente obra “El fin del trabajo”, “millones de trabajadores ya han sido eliminados de los procesos económicos y los diferentes tipos específicos de empleo han sido reducidos en importancia o bien reestructurados o han desaparecido” (2).

La transición desde una estructura laboral agraria y una posterior etapa industrial, hacia una economía orientada a los servicios, es una tendencia consolidada que generará consecuencias muy positivas o negativas de acuerdo a como cada nación enfrente esta situación.

LA VARIABLE AMBIENTAL

La Argentina se encuentra en una encrucijada. Es muy frecuente escuchar que en la actual crisis nacional es necesario reactivar la producción sin considerar los impactos ambientales de este proceso debido a las restricciones presupuestarias de las empresas. Esta premisa carece de lógica y de sustento, y viene a sumarse al montón de medidas coyunturales que han llevado el país a la crisis. Se plantea así una falsa contradicción entre economía y ambiente.

Sin embargo, el actual escenario global no sólo es cambiante sino que también es muy competitivo y exigente. Anticiparse a las nuevas tendencias mundiales implicaría entender que el país está muy bien posicionado para alcanzar el status de “país limpio”, una idea que puede llegar a perder fuerza por no generar rédito político inmediato.

Además de esta ventaja competitiva a nivel externo, la reconversión ambiental interna del país estimulará la economía y aumentará el empleo.

Para proteger y restaurar el medio ambiente se necesitan medidas como reciclaje, tratamiento de efluentes, protección de la biodiversidad, gestión sostenible de bosques, limpieza de playas y ríos, remediación de suelos y labores de mantenimiento, todas actividades que requieren trabajo humano.

Los tres sectores tradicionales de la economía (agricultura, industria y servicios) también ofrecen posibilidades de transformación y generación de empleo. El país posee excelentes condiciones ecológicas de base para la agricultura orgánica intensiva y extensiva, la silvicultura y la agroforestería, actividades ambientalmente sustentables y con alta demanda de mano de obra. El sector industrial deberá estimular la capacitación para poder establecer sistemas de gestión ambiental que contemplen cambios integrados de procesos, reciclaje, tecnologías limpias y mejora en la eficiencia energética. En el rubro de servicios, un sector emergente es el turismo que actualmente absorbe más del 10 % de los empleos globales. Sin embargo, esta actividad es muy impactante en la naturaleza como en las poblaciones locales, por lo que se necesitará un proyecto nacional de ecoturismo responsable que sea planificado en función de proteger los hábitats y la biodiversidad, controlando los desperdicios y generando empleo y beneficios para los pobladores locales. Esta profunda reconversión ambiental del país generará un triple beneficio estructural: reactivación de la economía, generación de empleo y calidad ambiental.

PERSPECTIVAS ACTUALES

Las consecuencias negativas del desempleo afectan directamente a la salud física y psíquica del individuo y de su círculo social. La cesantía prolongada produce patologías, y dada la magnitud del problema actual, estas patologías individuales se transforman en patologías colectivas de la frustración (3), que si bien tienen su origen en los procesos económicos, estos mismos procesos no pueden resolver la situación creada. Se necesita entonces un enfoque transdisciplinario que involucre a todos los actores sociales en la resolución del problema. La premisa fundamental deberá ser evitar el asistencialismo social.

Esta década se presenta como un desafío para marcar un punto de inflexión en nuestra historia y transformar la crisis en un círculo virtuoso de crecimiento: los proyectos generan empleo, y el empleo genera autoestima y disminución de la pobreza. Los beneficios se extienden. En los proyectos donde la gente se convierte en el principal beneficiario, se estimula la participación ciudadana, que actúa a su vez como autoreguladora del proceso, aumentando la transparencia y consolidando una auténtica democracia. Esta instancia genera señales de confianza para las inversiones y en particular para préstamos no reembolsables destinados a nuevos proyectos ambientales o a la mitigación de impactos de obras ya existentes, lo cual generará un mayor flujo de capitales y más empleo.

Se perfila así un nuevo modelo de desarrollo que aspira a mejorar la calidad de vida y el bienestar humano, limitando paulatinamente la desconfianza y la corrupción.

Es momento de comenzar a pensar un país en serio estableciendo continuidad en políticas estructurales a largo plazo que disminuyan la pobreza y protejan el patrimonio natural, pero que, sobre todo, sean superadoras de la miopía política actual.

 

 

 

(1) Hopenhayn, Martín. Repensar el trabajo: historia, profusión y perspectivas de un concepto. Editorial Norma, Bs. As., 2001.

(2) Rifkin, Jeremy. El fin del trabajo, nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era. Paidós, Bs. As., 1997.

(3) Max-Neef, Manfred. Desarrollo a escala humana. Nordan, Montevideo, 1993.

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